Blanca Wiethüchter (1947 - )
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Poeta y ensayista,
nació en La Paz en 1947. Egresó de la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San
Andrés, La Paz y comenzó a publicar su poesía en numerosas revistas y suplementos
literarios. |
Es
Licenciada en Ciencias de la Educación y obtuvo en París una maestría en Literatura
Latinoamericana. Formó parte del grupo de poetas próximos a Jaime Saenz. Sus principales
libros de poemas son: Asistir al tiempo (1975), Travesía
(1978), Noviembre 79 (1979), Madera viva y árbol difunto
(1982), Territorial (1983), El verde no es un color: A la luz de una
provincia tropical (1992), Los negros labios encantados (1992), Memoria
solicitada (1992), El rigor de la llama (1994), La Lagarta
(1995). Su antología La Piedra que labra otra piedra (1999) incluye el
poema en primera edición: Qantatai (Iluminado).
Poemas
De "Territorial"
De "Madera viva y árbol difunto"
El Desasosiego
El Reposo
De "La Lagarta"
(fragmento)
Sólo tengo este cuerpo. Estos ojos y esta voz
Esta larga travesía de sueño cansada de morir.
Conservo el temor al atardecer.
No se comunica con nadie.
Por mi modo de andar
algo descubierto un poco esperando
cambio frecuentemente de parecer
conmigo no puedo vivir segura.
Habito un jardín de palabras
que han dejado de nombrarme
para nombrarla. No me atrevo
pero es necesario decirlo. Es un secreto.
En realidad somos dos.
Ahora debo inventar a la otra.
(epílogo)
Me he muerto a mí misma
y eso me conmueve sobremanera.
Volver a preparar mi desaparición
me consuela y me desgasta.
Pero puedo seguir la curva de mi brazo
lo que me da la medida de mi soledad
y puedo morderme el vientre de nuevo
lo que enciende el sumidero
en el que temo caer para siempre.
Amo este mi cuerpo árido
sin solicitud, con avaricia
mi negro hombro infantil
que se desplaza según el cielo
que diseña todo invierno.
(No conozco otra estación que el despojo.)
Todavía no me interrogo
sobre lo que significa para mí
esta nueva derrota en mi historia.
Me pregunto cuántas veces aún
tendré que ofrecer mi cuerpo
para cambiar de nombre
y llamarme solamente a mí
con mi claridad desamparada
y mi oculta herida sin balanza.
Me pienso a veces
con el orgullo de una estrella
y alguien en mí se mofa del algodón
con un canto de sirena entre los senos
no entiende nada de las hormigas
ni del placer de mirarse morir
matando lo harto que todavía hay en mí
de niña tierna y maternal.
Pocos son los que comprenden el fuego que se está quemando
y que puedo morir de verdad morir de verdad
sin un signo de locura.
De "El Rigor de la Llama"
(Fragmentos)
Sería después de conocer el mar
que la niña que fui
cogió una piedra del agua.
Esa piedra
desconocida y verbal
me posee
como un sol cautivo
con un fulgor
de país largamente buscado.
Esa piedra
como un carbón por lo negro
como un carbón por lo quemante
como un carbón por la ceniza.
Esa piedra
tosca
ardua en la memoria
se hizo fuego al tacto
y fue sin saberlo
un resplandor lejano
del cristal de la muerte
el don de la vida
el árbol del camino.
¿Y existe acaso el fuego para mí?
pregunté entonces.
Miré alrededor.
Un silencio mudo
buscándome
observando con ojos de viva luz.
Y me dio miedo
porque soy mujer, creo.
Porque no sabía quién era yo
ni quién sería
ni sabía decir, ni tampoco reír
ni cansarme
sólo percibir
el rigor de la llama
anunciando el desierto.
Esperé una señal
un signo, un sueño, un cometa
para echar a andar, me dije
sin quitar el ojo
a la locura del fuego:
esa piedra
entre mis manos.
Y era alumbrar
con un relámpago
un abismo
y era bajar
y forjar
y subir
tan sólo para poder morir
junto al fulgor de esa luz
en cautiverio.
Entro en mi casa
y me alojo en su centro
esperando la temperatura
que enmudece los ruidos inútiles.
En un andar del silencio
comienza el mundo
en un olor a fuego
en una hoja
en un cambio de sábanas
en una gana de hacer cosas
no siempre precisas.
Ya no soy la misma
y mis pasos en la voz
resuenan más oscuros.
Otro es el sol que arde
en los crepúsculos que contemplo
viajera inmóvil
pienso
sólo quiero cuidar de lo vivo
y tener luz
para él
y mis niñas.
(fragmento)
Yo que soy profunda
lóbrega
como la tierra
húmeda y caliente.
Yo que soy nocturna mirada como ella
aunque ciega de los pies
voy girando en otro tiempo
tenazmente hacia la muerte.
Yo que soy como ella
la amo
planetariamente
como si fuera mi sombra.
Este es mi cuerpo
nido de ojos furtivos
acostumbrados al miedo
esa manera de pensar el mundo
en la penumbra
(umbral que ella crea
para engendrar la piedra.
Oscuridad que nos queda
después del inaudible grito).
Este mi cuerpo subterráneo
envuelto en sedas de innumerables fuegos
es mi cuerpo profundo que se está yendo
y sin embargo pregunto
¿quién es, quién es la que se queda y mira
cómo se va, cómo se está yendo
este mi cuerpo llorado por otro cuerpo
de la tierra amado y sombra?
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